EN BUSCA DEL GRAN KAN. Nuevo diseño de la Colección Obras Esenciales de Vicente Blasco Ibáñez.

Plantilla La reina CalafiaRediseño de las portadas de la Colección Obras Esenciales de Vicente Blasco Ibáñez, con dibujos originales de Marisa López Rodríguez.

La figura del descubridor del Nuevo Mundo interesó a Blasco Ibáñez desde que la Vida de Cristóbal Colón y de los primeros descubridores de América, escrita por Washington Irving, se convirtiera en una de sus lecturas preferidas de juventud. A partir de entonces, el recuerdo de su polémica biografía le persiguió como un verdadero fantasma.

Blasco, que era un hombre muy dado al culto idolátrico de compositores musicales, literatos o figuras históricas, sentía una afinidad mental con los personajes que habían sobresalido de un modo u otro sobre el común de los mortales. Quizá eran para él como un atractivo referente que lo catapultaba hacia la búsqueda de la excepcionalidad. Por eso, no tiene nada de extraño el hecho del interés que despertaron en Blasco los individuos que han suscitado grandes debates históricos. También él hacía ostentación pública con suma frecuencia de todos sus éxitos, pero, asimismo, de las terribles adversidades con las que le tocó bregar.

A su vez, existían otras razones para que Blasco Ibáñez sintiese una especial predilección por Colón. Si este destacó como navegante, aquel no pudo culminar ese deseo infantil que le empujaba a querer ser oficial de la marina. A pesar de esta imposibilidad, el apetito nómada del novelista valenciano pudo quedar satisfecho a través de la escritura y de los múltiples viajes que realizó a lo largo de su vida. Curiosamente, después de recorrer Argentina como conferenciante en 1909, se instala en Madrid para dedicarse a escribir un voluminoso estudio, titulado Argentina y sus grandezas (1910), que podría ayudarle a conseguir apoyos políticos y económicos para su futura empresa como colono. En el capítulo dedicado en dicha obra enciclopédica a los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo, vibra con singular intensidad la pluma de Blasco, decidido a bucear en la historia para reivindicar el papel civilizador del pueblo español. En los albores de este proceso, largo y complejo, era inevitable coincidir con Colón. Los documentos manejados sobre su existencia y sus viajes serán aprovechados con fines narrativos y argumentativos, de forma similar a como los resultados de las pesquisas bibliográficas se materializarán en Los argonautas (1914), texto con factura novelesca cuyos protagonistas recurren de manera habitual a las andanzas del navegante genovés para ilustrar sus conversaciones, mientras navegan como buscadores de fortuna hacia Argentina.

Blasco contaba, pues, con los mimbres necesarios para escribir mucho antes En busca del Gran Kan, novela que se publicó póstumamente. Pero como ya se ha advertido, el autor se vio obligado muchas veces por los avatares del destino a posponer sus proyectos. A raíz de su entrada en la nómina de autores de «escenarios» más cotizados en Hollywood, las circunstancias mandan. Aunque hay constancia de un contrato, firmado el cinco de marzo de 1926 con la International Magazine, para la redacción de una historia que pasaría al celuloide. A cambio, Blasco ingresaría la nada despreciable cifra de setenta y cinco mil dólares. En el origen de la novela sobre Colón existieron por tanto unos motivos comerciales que, además, condicionaron la aparición de determinados temas y argumentos. Así, según confesaría el propio Blasco, el texto final fue el resultado de una reescritura de la versión original, puesto que el editor del grupo Hearts, Ray Long, le exigía la incorporación de una anécdota amorosa que hiciese más atractivo el entramado central del relato.

Así las cosas, la novela que a continuación se reproduce tiene una intriga fundamentalmente histórica, siguiendo las etapas de la experiencia descubridora colombina; si bien desarrolla una aventura de carácter sentimental ficticia y sin apenas repercusión narrativa, protagonizada por los jóvenes Fernando Cuevas y Lucero, que acompañarán a los intrépidos nautas peninsulares. Dado el peso que la materia histórica desempeña en el relato, Blasco consigue su unidad, aprovechando los principales hitos biográficos de la existencia de Cristóbal Colón, de acuerdo con la exposición que de los mismos había realizado Irving en la semblanza previamente citada. Junto a este texto de referencia básico, el novelista, intentando ofrecer un retrato lo más objetivo posible de su personaje, procedería a una labor impresionante de consulta de manuales históricos y crónicas de la época.

En la forma de proceder de Blasco se conjugaban su aspiración docente, el rigor historiográfico y el empeño novelesco que suscitaba una empresa heroica como la elegida como tema. Detrás de En busca del Gran Kan está la lectura de los Diarios colombinos, así como de autores como Edrisi, Marco Polo, Mandeville, Las Casas, Bernáldez, Fernández de Oviedo, Mártir de Anglería, Fernando de Colón, Humboldt, Rosselly de Lorgues o Pereyra. Un proyecto, por tanto, de vastas dimensiones, en el que los datos empleados adquieren una función demostrativa que delata la modernidad del novelista a la hora de enfrentarse a la figura del célebre descubridor. La suya no será una visión simplificada y aduladora de su protagonista. Blasco trata de poner de relieve las luces y las sombras de la personalidad del navegante. Ahora subraya la incapacidad de ese «hombre de la capa raída» para distinguir lo legendario de lo científico; ahora pone en tela de juicio su mesianismo, detrás del que laten otras aspiraciones más pragmáticas. La avidez de riquezas de Colón, su conducta en ocasiones reprobable con aquellos que le secundaron en su empresa o, incluso, la toma en consideración de la teoría del pre descubrimiento del Nuevo Mundo son motivos que pueden ensombrecer su figura, la de un personaje que justificó sus errores mediante un exacerbado victimismo.

(De la introducción de Emilio Sales Dasí)

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